
Pagaremos nuestros excesos…
Pagaremos nuestros excesos…
Excesos de información, de confianza, de soberbia, de desarrollo…
Cuanta más información, más caos, más desorden… La entropía de un lenguaje atrapado por un hemisferio que crea conectomas erróneos por segundos y considera verdadero cada sesgo, con la suficiente información errónea para alimentar a nuestro obsesivo interno.
Ese personaje inseguro que se alimenta del lenguaje confuso, esa voz que nos habla y le hablamos al día con conversaciones repetidas y cicladas, sin encontrar repuestas a nuestros miedos, sino más preguntas que refuerzan la incertidumbre en la que no toleramos vivir.
¿Qué pasaría si nuestro cerebro aceptase la incertidumbre? ¿Si lo dejáramos sin lenguaje como ese animal que mira al infinito sin conocer las insanas nociones temporo-espaciales o ese ser autista que ha creado un mundo donde es mucho más feliz sin lenguaje que los que deciden llamarse capacitados conscientes y son los verdugos de su propia historia?
Somos un yo autobiográfico que muchas veces no escribe nuevas historias sobre el viejo papel, sino que suscribe historias terroríficas sobre un mapeo mental ya muy reconocido y destinado a engañarnos.
El ser humano es la única especie que come sin hambre, que conoce la idea de muerte y no valora la vida, que siente vergüenza y culpa y se tortura. Somos la única raza que nos creemos tan especiales, que nos convertimos en máquinas y creamos máquinas que se convierten en humanos.
Dominados por la estupidez de un cerebro que valida lo que escucha sin contrastar, y contrasta y revalida sin saber. Víctimas de una ignorancia que nos define y nos dibuja, y un lenguaje con el que nos sentenciamos y donde ponemos toda la atención, para crear la acción. Atentos a nuestro pasado confuso y lejos de un nuevo futuro, viajamos sin sentido para creer que algo tiene sentido. La existencia es la suma de los sinsentidos de un ser que lejos de llegar a la meta, sólo sabe colocarse más piedras en el trayecto para no llegar a ninguna parte. Viva nuestro cerebro equívoco por darle tanta validez como para olvidar lo que valemos.
